Tienes agua en los ojos, como un mar agitado por la bravura de las olas. Tienes agua en los ojos, como un océano salpicado por la luz de las farolas. Tienes agua en los ojos, como un cielo sin nubes un día de verano. Tienes agua en los ojos, como las tardes de playa de un pintor valenciano.
Y me vuelve calmada la paz en tu voz, y esa alma tuya tan alada. Tienes agua en los ojos que brota callada. Tienes agua en los ojos que explota entusiasmada. Tienes agua en los ojos que trota alborotada. Tienes agua en los ojos que tricota cansada.
Y me vuelve airada la luz en tu mirada, y esa calma pausada.
A ti amigo, por poner en mí la luz de tu mirada y oír mi voz más dormitada.
Son tantas las cosas que nunca
te dije, ni te voy a decir, ni quizá te diga. Si al final te dijese algo sería
que sigo siendo aquella niña que envolvía un pedacito de pan de su almuerzo en
papel de aluminio y lo tiraba a la basura, insegura y rota por dentro y por
fuera. La que se comía el último trozo de pastel, la que rebañaba el plato con
pan.
Aquella niña que jugaba con los
bichos bola en el patio de la escuela, la que pronunciaba una "t" y no una "d" cuando decía Madrid, aquella a la que un día castigaron de cara a la pared por
levantarse a por un folio.
Soy la niña que se tenía que
sentar en las filas de atrás en clase porque todo atendía a un criterio
alfabético; la niña que respondía en bajito a las preguntas en clase, para sí
misma.
Esa niña que tampoco veía la
pizarra y que cuando llegó a las aulas de la universidad supo que no veía de un
ojo. Al final era verdad que no veía bien y no era cuestión de ser perezosa o no querer atender, era por tener visión cero en un ojo. Pero me adapté a las circunstancias y seguí hacia
adelante.
Esa niña de melena larga que un
día se cortó el pelo como Julia Otero, a la que admiraba tanto.
La niña que contaba y a veces
sigue contando con los dedos, que se mordía las uñas y jugaba con las pinzas de
la ropa.
Una niña que se creía todo lo que le contaban, a la que tomaban el pelo y le hacían bromas. Llegué a creerme que una compañera de clase se había traído un trozo del Muro de Berlín, y encima me lo regalaba, qué ilusa. Era la que pensaba que giraban las nubes y no la tierra, la que hablaba utilizando palabras que aprendía en los libros que leía; aunque a veces sonasen pomposas.
En la mujer que soy hoy, veo
aquella niña, en detalles infinitos. Me acuerdo de esa niña cuando doy un rodeo
o me cruzo de acera para no pasar por delante de un grupo grande de gente. La
que siempre se gira a mirar hacia atrás cuando va caminando sola por lugares
desiertos, la que está siempre en alerta. Y sigo pecando de ingenua y por eso quizá a veces diseccione las cosas y no las vea desde la simplicidad. La que se siente como una
mierda cada mañana, esa soy yo. Y hay días en los que no me valen ni paraguas de
colores para días grises, ni pensamientos positivos, ni que brille el sol, ni
nada de nada.
El cine es una de mis grandes
pasiones y fue mi refugio en una parte de mi vida. Tampoco soy una experta en
la materia, pero me gusta observar cada detalle de una película. Hay veces que
los actores y actrices principales o secundarios eclipsan el resto de detalles
que quizá el director quiere que nos fijemos.
He visto muchas, quizá
demasiadas películas que por edad igual no debería haber visto, pero con las
que he disfrutado y recuerdo mejor que otras que pueda haber visionado hace
menos tiempo.
Con el cine soy generosa, en el
sentido que siempre doy la oportunidad a casi todo tipo de películas, aunque
evidentemente tengo mi temática favorita.
Uno de mis films preferido y
que siempre recuerdo con cariño es “Cinema Paradiso” y la bonita relación entre
Salvatore (Totó) y Alfredo acompañada de la fantástica banda sonora de Ennio
Morricone. Me recuerda un poco a una parte de mi vida, cuando acompañaba a mi
padre a su trabajo en la cabina del cine y disfrutaba coleccionando los
trocitos de fotogramas que sobraban. El ruido de la maquinaria y esa pequeña
ventanita donde veías la proyección, era emocionante.
Los ochenta fueron fantásticos
en cuanto a variedad de películas, Terminator, E.T El Extraterrestre, Los Cazafantasmas, Los Goonies, Indiana Jones
y la Última Cruzada, La Historia Interminable, Dirty Dancing, Bitelchús, El
Resplandor, Big, Pesadilla en Elm Street, El Club de los Poetas Muertos,
Poltergeist, El Nombre de la Rosa, Cuenta Conmigo, Memorias de África, Cuando
Harry encontró a Sally…Mujeres al borde de un ataque de nervios, Armas de Mujer,
Dentro del Laberinto…
Si me pongo no paro, así que
destacaría la escena final de Terminator cuando Sara se marcha, me da cierta
esperanza, es extraño porque ya de pequeña lo veía del mismo modo que ahora. De
“El Club de los Poetas muertos” hablé en otra entrada, del increíble Robin
Williams; aunque también cabe destacar al chico, ya no tan chico, del que nos
cuesta tanto pronunciar su nombre Ethan Hawke.
De Memórias de África me quedo
con el viaje en avioneta y mi admirada Meryl Streep, por no hablar de la fantástica
banda sonora.
Cuenta conmigo es triste,
tierna, it’s poignantly acted by River Phoenix; el actor de mirada triste y
profunda que nos dejó tan pronto.
De Mujeres al borde de un
ataque de nervios, evidentemente me quedo con el gazpacho ;) y mi querida Rossy
de Palma tan fiel a su estilo.
No puedo acabar sin mencionar a
mi top ten Tom Hanks marvellous desde Big hasta El puente de los Espías.
Aquí os dejo con esta dispersa
entrada y este vídeo de Terminator que he encontrado por la red.