viernes, 26 de septiembre de 2014

¿A qué huele el otoño?

¡Ay,el otoño!
Para mí, el otoño huele a libro comprado, regalado o que se fía.
Huele a hogaza de pan recién comprada en la panadería.
Huele a café con leche y murmullo de cafetería.
http://www.kiwilimon.com/

¡Ay, el otoño!
Huele  a algodón de azúcar y a feriante, a mazorcas y a castañas.
Huele a frío por las mañanas.
Huele a tierra mojada y a lluvia en las ventanas.
floristerialamaceta.com

¡Ay, el otoño!
Huele a trenes, vaivenes y reencuentros en los andenes.
Huele a tristeza cuando tú no vienes.
http://vagondesastre.es/

¡Ay, el otoño!
Huele al azul de tu mirada y a tu voz pausada.
Huele a mi añoranza y a tu templanza.

Huele a esperanza.
http://felicidadpropia.wordpress.com/



sábado, 13 de septiembre de 2014

El día que regalé todos mis chándales...

El día que regalé todos mis chándales…

 imagen de mividaentuventana.blogspot.com
Es curioso como los seres humanos buscamos excusas para todo. Mi excusa perfecta para usar el chándal, casi como un uniforme de trabajo, era “la comodidad”. En aquel entonces los días caían del calendario sin sentido, el dolor físico me estaba consumiendo y me escondía entre anchísima ropa.
Pues sinceramente estaba peor, esconder mi cuerpo no era la solución. Pero entonces llegó el día de la revelación, ¿no os ha pasado nunca?, de repente algo te ilumina y ¡zas! tomas una decisión, y la llevas a cabo.
Una mañana vacié mi armario, doné todos mis chándales y empecé a mostrar mi cuerpo tal y como era, apartando mis complejos y miedos. Los miedos también afectan y a veces como mujeres preferimos pasar desapercibidas a ser el blanco de miradas desagradables (ese tema requeriría otra entrada, ya hablaré de ello más adelante).
Mi revelación tal vez fue ocasionada por esas conversaciones que sin querer escuchas cuando compartes el transporte público. Dos mujeres hablaban de lo bien que se sentían  sin hacer nada los domingos con su chándal puesto, ambas se pasaban toda la semana “de punto en blanco” en su trabajo y “los domingos de chándal” eran una liberación para ellas. Entonces comprendí que para mí el chándal era una esclavitud y que podía gastar otro tipo de ropa de “sport” y disfrutar del resto de ropa todos los días.
imagen de www.ibicasa.com
Es un proceso lento, el volver al mundo que frecuentabas antes y mostrarte de nuevo a los demás. Vas dando pequeñas pinceladas, un día te miras al espejo y te gusta lo que ves, otro día te pintas los labios y al otro sonríes sin darte cuenta. Son minúsculos detalles que refuerzan tu autoestima y te ayudan a llevar mejor otros aspectos de tu vida.
Y en este proceso, te inspira mucha gente sin tú darte cuenta y a la inversa también ocurre “muchas personas llegan a tu vida y no saben el cambio tan importante que producen en ella”. Paso a paso tu autoestima mejora y empiezas a brillar por dentro y por fuera.
Continuamente pasamos por malos momentos en los que es fácil abandonarse, pero pienso que es importante sacar un poquito de fuerza e intentar vernos bien, no por los demás si no por nosotros mismos.
Conclusión, chándal sí…pero con moderación. Con lo variada que es la ropa ¿por qué quedarse sólo con una prenda?
Hay que ver lo extraños que son algunos plurales, no consigo hacerme a la palabra chándales (de chándal terminado en –l forma el plural con –es), lo he buscado por si acaso, ya que me sonaba tan raro.
Aquí termina mi insulsa entrada, mi inspiración debe estar de fin de semana…



imagen de atipicaliving.blogspot.com

martes, 9 de septiembre de 2014

Canta otra vez "Lemon" para mí

Año 93, mi vida transcurría entre libros y asignaturas que mi cerebro no era capaz de asimilar. Mis horas pasaban despacio en aquella aula con ventanas al patio y sus consecuentes distracciones con la clase de gimnasia. Éramos un alumnado variadito y variopinto, la verdad sea dicha. Ya se cuidaban mucho de dividir al alumnado según sus capacidades y a los que estábamos “sin etiquetar” nos mezclaban y ¡gualá! una  clase no apta para cardíacos.

Imagen de yasalud.com
Siempre hay alguien que añade un poco de limón a tu vida y allí estaba él, guapo, guapo de los que duele mirar, moreno, estatura media, ojos castaños y vivos, cabello color chocolate y una voz de las más sexys que he escuchado nunca ( algo parecida a la de Jorge Sanz). Yo como siempre sosa, sosa y más tímida si cabe.

Maniobras del destino nos sentábamos cerca, cerquísima y él que era muy majo entre cambio y cambio de asignatura me deleitaba cantando en inglés, puesta en escena incluida.

Recuerdo con cariño Lemon de U2, así fue como conocí al grupo. Él y su inseparable compi me cantaban el principio de la canción con el "ah-ah-ah" incluido con el que Bono empezaba.



Ah…
Ah-ah-ah
Ah…
Ah-ah-ah
Lemon, see through in the sunlight
She wore lemon,
But never in the daylight




!Ains, qué recuerdos!

Ayer me acordé de aquel chico, que probablemente si no hubiese sido por mi timidez seguramente sería hoy mi amigo, siempre me llenó de halagos y yo, pues…como me suele pasar, muerta de vergüenza. ¡Ay, la adolescencia y las inseguridades!

Canta otra vez Lemon que yo te escucho…